Artykuł pochodzi z czasopisma Caza y su mundo (Nr 97- Lipiec 2011)
En El Voivodato De Baja Silesia
Festin corcero
Con la llegada de la primavera se levanta en la mayor parte de Europa la veda para cazar una de las especies que están en pleno auge. Este fulgor, fruto de una creciente dispersión y, por tanto, de un aumento en su reclamo cinegético, está convirtiendo al Capreolus capreolus en una de las piezas predilectas para los amantes del rececho. Para aquellos cazadores que buscan una caza natural y con incertidumbre, el corzo se ha consagrado como la alternativa a las cacerías en cercas cinegéticas. Su fiebre lleva a muchos aficionados españoles hasta lejanas tierras donde, en idílicos parajes, ricos hábitats y con una población elevada de estos animales, pueden disfrutar con esta caprichosa especie.
Silesia es una región histórica-etnográfica que se encuentra en la zona suroccidental de Polonia, sobre la cuenca norte y central del río Oder y una parte en la cuenca del alto Vístula. Ocupa un octavo del territorio del país y en ella vive una cuarta parte de la población polaca.
Durante siglos la historia de esta región ha sido turbulenta: las tierras y su capital, Wroclaw, han pertenecido a checos, polacos, habsburgos y alemanes. De ahí que en el escudo de la capital encontraremos al águila silesiana, al león checo, a Juan Bautista y Juan Evangelista, reflejo de los soberanos que poseyeron estas tierras.
La más trágica de todas estas épocas pasadas es la referente a la supremacía nazi en la zona. La represión alemana contra el pueblo polaco tuvo especial virulencia en estas comarcas, donde, además, construyeron el segundo campo de concentración más grande de todo el régimen, Gross-Rosen, el cual está abierto a todo el mundo para que se pueda visitar y no caer en olvido las atrocidades cometidas bajo el mandato del führer Adolf Hitler.
Como resultado de la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial toda Silesia quedó en territorio polaco. La población alemana fue desterrada y su lugar lo ocupó gente de los territorios polacos orientales. En aquel momento empezaron tiempos difíciles para la región.
Con el avance de los años y la disolución del régimen comunista, llegaron las inversiones y el desarrollo de las actividades de carácter regional y ecológico. Se empezaron a valorar los monumentos de la época alemana, y los cascos antiguos de las ciudades volvieron a tener, poco a poco, su viejo esplendor.
Se desarrolla la infraestructura turística, que hoy es una de las más importantes de toda Polonia, especialmente por sus estaciones invernales de la zona de sur de Baja Silesia, donde se encuentran las estribaciones de los Cárpatos.
Naturaleza
A pesar de la industrialización de la región, la naturaleza de Silesia ha conservado muchos lugares con un extraordinario valor ecológico. Uno de estos lugares es Bory Do- Inoslaskie (los bosques de la Baja Silesia). Es el complejo de bosques más grande en Polonia (1500 km2) y uno de los más grandes en Europa Central. Los bosques, sobre todo de pinos, albergan muchas de las 85 especies de mamíferos, 220 pájaros, 8 especies de reptiles y 17 especies de anfibios que habitan en Polonia.
Pero si hay una especie en la Baja Silesia que abunda y que llama especialmente la atención a cualquier cazador, es el corzo.
Con un hábitat idóneo para su reproducción y propagación, el suroeste polaco posee una alta densidad de estos cérvidos, con una calidad media de sus trofeos.
Por ello, esta zona cercana a la frontera con Alemania, tiene la característica de ser la más frecuentada por aquellos cazadores que no sólo valoran una alta calidad del trofeo, sino que un lance bien ejecutado a un animal correctamente seleccionado, hace las delicias de este tipo de cazador de corzos. La orografía de la zona, que alterna las vastas llanuras dedicadas a la agricultura con suaves colinas envueltas en espesos bosques mixtos de planifolias y coniferas, es el marco ideal para la caza al rececho de esta apreciada especie.
Recechando al corzo
Las jornadas de caza se reparten por ambas zonas, intercalando los complicados acercamientos por las zonas bajas con los cautelosos recechos de las zonas altas cubiertas de bosque.
Las grandes praderas de gramíneas, muy modificadas por la mano humana y dedicadas a usos agrícolas, no sólo son el escenario alimenticio del corzo en la Baja Silesia, sino que, a su vez, son el refugio perfecto donde protegerse de cualquier peligro, e incluso de traer al mundo a su prole.
Algunas de estas siembras con más de un metro de altura, especialmente las de colza, alfalfa o centeno, son las predilectas por este un- gulado para buscar refugio, siendo muy difícil su avistamiento dentro de estas selvas agrarias.
La orografía de la zona, que altérnalas vastas llanuras dedicadas a la agricultura con suaves colinas envueltas en espesos bosques mixtos de planifoliasy coniferas
En ocasiones los recechos se llevan a cabo a lo largo de las lindes entre estas siembras, pues, resabiados los machos adultos, apenas se alejan de las altas plantaciones para comer, lo que provoca su rápida desaparición sumergiéndose en ellas al primer síntoma de peligro.
La forma de llevar a cabo los acercamientos en estas zonas entraña una cierta complejidad, pues en la mayoría de las ocasiones se va a “pecho descubierto”. Lo esencial es estudiar bien el terreno para poder ir ganando metros poco a poco sin provocar la alarma en nuestro objetivo. Aprovecharemos cualquier obstáculo o vegetación del terreno para ocultarnos y así aproximarnos a nuestro corzo.
Las acequias, muy abundantes en la zona para conducir el agua de unas parcelas a otras, pueden ser de gran ayuda para tal fin. Un pequeño rosal silvestre o delgadas hileras de árboles que a veces hacen de separación entre fracciones de labranza, serán otros de los aliados a la hora de jugar el lance.
En ocasiones recurriremos, para llegar a la distancia adecuada de tiro, posiciones nada ortodoxas y algunas veces incluso jocosas, como ir en cuclillas, cuerpo a tierra o gateando. Emplearemos estas actuaciones cuando los animales estén tranquilos y distraídos, comiendo o mirando para otro lado. Poco a poco, con mucho sosiego, iremos ganando metro a metro.
A pesar de tener aprendida la teoría, la práctica es la que nos llevará a éxito o fracaso de nuestra caza, pero, en cualquier caso, en estos terrenos tan abiertos, los tiros suelen hacerse en la mayoría de los casos a más de 100 – 150 metros.
En cambio, en las zonas de bosque, donde las especies dominantes son hayas, carpes, robles, coniferas…, junto con el cortejo florístico de gramíneas, helechos y musgos, los recechos son algo más fáciles.
Andando muy despacio, registrando cada recodo del bosque y los pequeños claros que nos encontremos en él, podemos sorprender la fauna que deambula de un lado a otro
El caminar por dentro de los bosques o por sus linderos con las tierras abiertas, siempre, claro está, con el aire a nuestro favor, puede dar lugar a meternos literalmente encima de los corzos. Andando muy despacio, registrando cada recodo del bosque y los pequeños claros que nos encontremos en él, podemos sorprender la fauna que deambula de un lado a otro en el busca de alimento o de retirada a sus encames.
En algunos casos, tanto cazador como caza se verán sorprendidos al mismo tiempo, tenido que jugar el lance en décimas de segundo. En esto los cazadores españoles tenemos cierta ventaja, pues estamos acostumbrados a los tiros a tenazón y en movimiento a las re- ses por culpa de nuestros hábitos monteros.
Esperas
Como última opción de caza que se puede practicar en esta zona de Polonia, en lo que al corzo en primavera se refiere, y no por ello la menos apropiada, es la espera. Desde alguna de las muchas torretas, que situadas a las orillas del monte se elevan como mudos testigos del paso de los días, podemos disfrutar pausadamente del entorno y contemplar desde la altura el ir y venir de los animales que habitan el área.
Estas esperas en torretas son más adecuadas para practicarlas por la tarde en alguno de los claros querenciosos donde los guías tengan localizado algún buen ejemplar.
Las torretas desempeñan un papel fundamental en la caza del celo del corzo, cuando a través de los reclamos artificiales, muy difundidos por Centroeuropa, se espera a que los grandes machos acudan a los engaños propiciados por éstos. Al estar situado en una posición favorable. Sin echar viento, el macho encelado entrara sin recelo a las proximidades de la atalaya.
Desarrollo de la caza
Así con estas condiciones y métodos de caza, el grupo de amigos que formábamos la expedición, cazamos a rececho y como mandan los cánones durante cuatro días.
Temprano, muy temprano, a eso de las 3.45 horas de la mañana, tocaba el despertador, con el fin de estar listos y con un café en el cuerpo a las cuatro en punto de la mañana en la puerta del hotel. Puntuales, los guías nos esperaban para iniciar la jornada matinal de caza. Una vez distribuidos y cada uno en su vehículo correspondiente, partíamos hacia el cazadero, que empezaba desde las últimas casas del pueblo. Elegida la zona por el guía parábamos el coche y empezaba el verdadero acecho.
Estas salidas mañaneras terminaban en torno a las 9 o 10 de la mañana, según estuviese el día en cuanto a la meteorología se refiere. Como es normal, los días más frescos y con algo de lluvia a primeras horas de la mañana provocan una mayor actividad en los corzos, no así en los días calurosos.
En todas estas salidas se avistaban varios animales susceptibles de ser abatidos, pero como en todas las cuestiones de la caza, los resultados eran dispares. Varias ocasiones fueron en las que al menos uno de los cinco cazadores volvió sin disparar, mientras que los más afortunados abatieron hasta tres ejemplares en la misma mañana.
Por la tarde y después de las divertidas sobremesas donde el tema estrella era la caza, salíamos a las 18.30 horas para cazar durante tres horas, momento en la que la escasa luz no hacía volver al campamento base. A pesar del exiguo tiempo antes de la puesta del sol, siempre se dejaban ver algunos machos para disfrute del personal, y no en pocas ocasiones, se volvía con algún abate.
Por éstos y otros muchos datos ya conocidos por cazadores internacionales, Polonia representa uno de los mejores cazaderos de esta especie en Europa. En muchas de sus áreas de caza se siguen conservando las tradiciones y los buenos métodos de caza (que tan alterados están en otros países) y, concretamente, en esta región de la Baja Silesia, donde la gestión de los cotos de caza está dirigida por parte de los oriundos del lugar, propicia una forma clásica de gestionar los recursos que ofrecen sus ricas tierras. Es por ello que quien quiera dis- frutar de la pura esencia del rececho a esta especie, practicando esta cacería de forma noble y natural, encontrará en Polonia un destino más que recomendable y que habrá que anotar en la agenda cinegética de viajes pendientes.
Gracias a la amable compañía de los guías de caza, quienes disfrutaban de cada lance como nosotros mismo, a Bogusz propietario de la empresa que gestiona el coto de caza (Chasspol), y a la buena compañía de los amigos que compartieron este viaje, disfrutamos de unos magníficos días tras los corzos polacos.
La orografía de polaca, salpicada por zonas agrícolas, arroyos, acequias, zonas de barbecho y sin apenas accidentes geográficos importantes, hace recomendable el uso de botas de agua. Éstas nos protegerán de las intermitentes lluvias primaverales, la humedad de las altas siembras y nos permitirá andar por zonas de humedales (muy abundantes en la parte noreste del país). Dada esta alta humedad y con los primeros rayos intensos de sol, la población de mosquitos es elevada, por lo que un buen repelente nos aliviará de tan pesados compañeros de caza.
Como para cualquier rececho a esta especie, donde se suelen pasar varias horas caminando, un rifle pequeño y ligero nos resultará más agradable de transportar y manejable a la hora del disparo. Conjuntamente con una buena y potente óptica, tanto en visor como en anteojos, facilitarán mucho las cosas a la hora de buscar los corzos.
Aunque molesto a veces por su peso y tamaño, si disponemos de un telescopio terrestre será de gran utilidad en las zonas agrícolas abiertas, pudiendo avistar y catalogar desde largas distancias los animales que buscamos.
ANTONIO ADAN PLAZA